Ser poeta o ser soldado siempre
han sido dos oficios muy peligrosos, pero en el Renacimiento lo eran aún más.
Estaban interconectados.
Por una parte, si eras soldado,
no solo corrías el riesgo de poder morir en cada batalla en la que
participases, de verte despedazado por una espada anónima y que tu cuerpo se
pudriera despojado por los cuervos. También podrías tener el ímpetu de querer ser
poeta y, por su fuera poco, que tu sufrimiento se eternizara por toda la
historia.
De otra parte, si eras poeta,
podrías tener la inclinación de querer ser soldado. De esta manera, no solo
desnudabas tu corazón para el deleite de la corte y, quizá, la eternidad
(si tenías un poco de maña y suerte). También ese mismo corazón te pediría
luchar en mil batallas y poner a prueba tu temple y tu espada contra el
enemigo.
Todo esto nos lleva al mismo
sitio: el arquetipo de noble del Renacimiento era el “hombre de armas y letras”,
es decir, un noble que no solo fuera culto y escribiese bien, sino que también
fuera diestro en la lucha. Garcilaso de la Vega, por supuesto, era uno de
ellos.
¿Quién era Garcilaso?
Garcilaso de la Vega fue y es uno
de los poetas más reconocidos en lengua española por su calidad, su delicadeza
y su maestría en el verso.
Este saber hacer le permitió ser
el primero que adoptara con gracia los metros y las estrofas italianas a la
lengua española. Sí, incorporó el “dolce stil nuovo” de los seguidores de
Petrarca en Italia a nuestra poesía.
Famoso suyo es el soneto como siguiente:
(Puedes leer más aquí: Los 5 mejores poemas de amor de Garcilaso de la Vega.)
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre
(Puedes leer más aquí: Los 5 mejores poemas de amor de Garcilaso de la Vega.)
Pero las obras que le han hecho
inmortal quizá sean sus tres Églogas, poesías de ambiente pastoril en el que
los protagonistas son pastores y que cantan sus penas de amor. En esta entrada
hablamos sobre ellas.
Sin embargo, como hemos dicho
arriba, Garcilaso fue hombre de armas y participó en numerosas batallas y
asedios. Entró a servir en la corte en 1520 y participó en la Guerra de las
Comunidades de Castilla, en el cerco de Toledo (1522) o en la Jornada de Túnez,
donde fue herido de gravedad.
La muerte
Esta le sobrevino en la
expedición contra Francia de 1536, en la que fue nombrado maestre de campo.
Él y sus hombres (unos tres mil
soldados de infantería) asaltaron una fortaleza custodiada por una torre cerca
de Le Muy, en la Provenza francesa, y acordaron para ellos arribar las escalas
para subir por la muralla. Garcilaso fue uno de los primeros que subió, haciendo
uso únicamente de una rodela como arma defensiva.
Cuando los de la torre se dieron
cuenta, dejaron caer una gran y gruesa piedra que fue a parar al centro de la
escala y la rompió. El poeta y otros de sus hombres cayeron al foso desde gran
altura y a causa de los golpes se hirió gravemente en la cabeza.
Su agonía duró veinticinco días
y, presa del dolor y de la rabia, el emperador Carlos V mandó ahorcar a la
guarnición como castigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario